De lo previsible y lo imprevisible en la era de la turbulencia (tecnológica)

Siguiendo el título del libro de Alan Greenspan, nuestro objetivo en este artículo radica en "aproximarnos a entender la naturaleza de este nuevo mundo".

Entender que las turbulencias son parte de nuestra realidad efectiva. Dejar a un lado el deseo de querer vencer al azar, esta vez, a través de la Inteligencia Artificial y enfocarnos en darnos una herramienta que nos permita llevar más allá nuestro entendimiento.

Desde una mirada mediático-tecnológica, el hype de los cripto activos parece haber quedado cómo una mera silueta, ya borrosa, proyectada en el espejo retrovisor. En cambio, los comienzos del año del conejo, nos muestran un particular interés por la Inteligencia Artificial (IA). Estamos en presencia de una explosión. Encabezado por Open-AI y su chat conversacional, GPT-3. Herramienta que, por estos días, parece capaz de todo. Pero como bien dicen por ahí, cuando solo tenemos un martillo, todos los problemas parecen tener forma de clavo y es por ello que, durante los últimos meses, las tiendas de aplicaciones o marketplaces como la App store o Play Store se llenan de aplicaciones que aparentemente nos permitirán reemplazar desarrolladores de software, creadores de contenido en redes sociales, y hasta construir nuestra estrategia anual de Recursos Humanos. Todo, en cuestión de minutos, gracias a la IA. Cabe destacar aquí también la horda de creadores de negocios millonarios y malones de influencers vendiendo la forma sencilla de hacer dinero con este nuevo santo grial. Nada nuevo bajo el sol.

Desde nuestra perspectiva nos animamos a plantear una serie de preguntas que creo que nos permitirán reflexionar mientras recorremos este nuevo año solar. A saber: ¿Será este progreso tecnológico, que nos permite generar imágenes a partir de texto, que nos deja estupefactos respondiendo preguntas complicadisimas, o que nos tienta a pensar, proyectar, imaginar y desear un futuro en el cual los asistentes virtuales trabajarán en lugar nuestro, "solo" un problema culturológico? ¿O bien estamos regresando a la tierra de la cual fuimos expulsados y nos podremos olvidar de tener que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente?

¿Alcanzará este impulso, para qué, como sucedió con la palabra medieval (el latín), cuando no se podía jugar con ella y era incomprensible para les populus, transicionemos hacia una nueva era, a la del Renacimiento, o nuevo renacimiento de la IA, donde surjan las lenguas populares y la herramienta, ahora deidad, pase a fundirse con nuestra cotidianeidad? ¿Será acaso este el momento en el que la IA se democratice? O cómo bien expone Y. Lotman, le perdamos la confianza y nos demos por fin cuenta de que solo es un progreso técnico más?



Para ello, continuando el movimiento dialéctico, estamos obligados, como sucedió con la palabra, primero pasar por la negación (demonizar), para llegar, finalmente, a la mediación, en la que podamos contar con ella como una herramienta más, poderosa, quizás más parecida a una navaja que a un martillo, centrada en las personas, en resolver sus problemas de manera simple, transparente, lo más equitativa y responsablemente como nos sea posible.

Por lo cual, como decía Pascal, “La suerte, o más bien el azar, solo favorece a las mentes preparadas”. Así que para mí, en estos tiempos de turbulencia, es momento de aprender, conocer y construir sentido crítico para acompañar la narrativa de estas maravillosas técnicas llamadas IA.

(*) Matías Banchero: CEO y fundador de DURCH-AI